domingo, 29 de julio de 2007

SOL ANTIVERBAL


De Poesía Inédita

DESPEDIDA

Santifica el lunes niño en tu mirada
haz el milagro de reír en la tierra.
Amor que sube aguarda tu voz.
Santifica al malo,
golpéalo en tu corazón que brota.
Santifica el aire no esperes el día,
de mano en mano vienes tan niño y pequeño.
No quiera el alma temblar sin tu pureza.
(11 de junio)
METALES

II
Desnudaré de brumas el año que me sigue.
Cuando baje al virgen metal de mis días;
desnudaré, amaré su carne.
Para morir, mi voz en los niños de aquí a mil años.
Para vivir, tus ojos andando en los metales oscuros de mi tiempo.
(11 de julio)

De PAISAJES QUE DUELEN

No sabes como fue este día
Este hombre dolió
por cada sol maldito
duro en su vida.
Por algo fue triste
a ratos
le dolía algún pelo
el pequeño.
Fue quizá como miró
un poco como pájaro
otro poco como niño
y se marcho hundido en la gente.
Voy a hablar a mis amigos
de quién amo
y de otras cosas de fuego
a colmarme de fuertes ternuras.
Así el hombre lava
sus ojos de niño sus ojos de hierro
y duerme profundamente

(2 de noviembre de 1960)

UN ANOCHECER

El poema tiene un momento preciso de madurez y alimento
Pared de hueso pared de carne
pared de mi lengua
parado espero salir a encontrarte.
De aire
yo el pájaro el polvo
la garganta.
Es horrible estar aquí
sin más nada que este cuerpo
hundido en su materia
esperando
el paso de unas piernas
las casas bajo el cielo
que todo venga y crezca y se transforma.
Entonces
sobre mis plantas
no un cuerpo
sólo la imagen humana
húmeda
seca
un poco triste por todo.

(3 de julio)

De PUREZA DE ESTAR VIVO, 1961

Mirando las fotos en memoria de los campos de concentración de la última guerra
Qué han hecho de nosotros
qué es aquel sangriento alambre de huesos
quebrados en el horizonte.
Silencio
sobre le polvo
silencio
cae la lluvia y la música lejana
sobre los campos.
Fue tan viva la muerte
que en estas tierras de paz dormida
se alzó y murió mil veces mi corazón.

(5 de Octubre)

De VII (...) 1961
Poesía Editada
OLEO UNICO

Ante el enigma que me representa la vida de un instante, la
extraña multiplicación que une las cosas y los hombres, sólo
puedo proceder plantándome justo en el filo de todo, tratar
de tomar el bulto irradiante de la existencia con el peso
exacto del sonido y del color, construir con mi carne y con
todo lo que me es exterior estos murales.
Ante todo ver más allá.
Hacer murales con el alma del hombre.
(Buenos Aires, marzo 1957)

De Cuatro Murales, 1957
AVANZAN LOS SOLES EN EL CIELO

Cuando tome bajo la luz
otro cuerpo
y besándolo me sienta vivo,
habré reído habré dormido una vez.
Y luego querré caminar nuevamente.
Sin fronteras como el dolor o el hambre,
al refugio de mi herida Buenos Aires.
Aquí
donde cada sol es un ciclo de mi piel.
Donde el viento se extiende temblando.

ESPUMAS DE LUZ Y SOMBRA:
MURALLON DE VIDA.

Apenas vuele sobre el llanto
por mi lengua riendo llegaré a tus manos.
Elástico al sol subiré enorme
acorralando en la noche
el día de vientos afilados.
Niños heridos
palomas de hambre
amordazan mis besos
sacuden mis risas y te alejan
para que muerda la vida y no me canse la muerte

De Corazón de piel afuera, 1959.

LOS PATIOS DEL TIGRE
El tigre, aquel espejo del odio y el espanto.
Von Jöcker, Siglo XVIII

Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios
de mi infancia.
A la claridad del canario se sumó el gritito entrecortado
del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes.
Algún mono hubo, pero fue efímero.
Agregaba mi abuelo a la magia reinante sus oros de Gran
Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros.
Un tío viajó y en una gran jaula trajo un tigre. Lo aseguraron
a una cadena y esperaron que lo viera.
Su garganta me llamó; aparecí.
El espanto y la maravilla me helaron.
Desde ese día los patios dejaron de ser tales. Fueron selvas
de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.
Era feliz. Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me
acostumbré ávidamente a lo extraño.
Cuando alguien ordenó su encierro en el Zoológico, lloré.
Entonces comenzaron mis fugaces visitas; temblaba cerca de
su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su
memoria de fiera el recuerdo.
El día en que me fui a despedir de él para siempre me olió, detuvo
su andar en círculos. Una sombra humana le cruzó la mirada. Intenté
tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso.
Pensé un adiós, suavemente me marché. Más tarde supe de su
muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras carnes.
He crecido. Guardo de mi infancia sus huesos en mi alma, los libros
en mi sangre.
Pero cuando llegue el fin y me miren los ojos que aún no he visto,
pienso que será el tigre incierto de la locura el que me lleve tanteando a
la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio que en su boca me
ahogará clamando.
O tal vez mi viejo tigre, rayado por la piedad, quiera devorarme como
a un niño.

VIENTRE PROFETA SIN TIEMPO

Yo no soy de ningún siglo.
Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi
sexo y mi delirio.
Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra.
Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se
alzará como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con
lengua de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de
Galaxias.
Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo
volver.
Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima
catedral de tinieblas.

CASA DE SILENCIO

Un niño y un cuchillo, enamorados carne y hierro,
buscan en el alma la selva que los salve
Aromas y llantos boca de hielo sobre cicatriz de
Pureza. Irá el olvido a devorar temblores irá la tierra alzando
mares.
Sueño del niño que muere en su Casa de Silencio en
El cielo del espanto, hierba de tristeza amor de nadie.

ANALOGÍAS

No cruces una plaza en la noche bajo los esmaltes del
ruido lejano de soles en llamas. Espera la lluvia que apague
en la hierba la sombra del alto cielo.
Ya cuando cierres un mueble de aquellos caoba
con fulgores a madera dormida, ábrelo con furia. Tal vez
sorprendas extrañas ceremonias de pañuelos, huecos mur-
mullos en trajes, temblor de lienzos, una larga luz ahogada
en huida a través de pliegues y cartas perdidas.

LUNA DE HERODES

Si en la noche inmóviles policías sujetan perros de
boca en piedra, yo tiemblo. Quiero alejarme no puedo, como
en sueños
Entonces alzo la mano a mi pecho traspasado. No
sea que a lo lejos entre las selvas de hueso y aliento salga el
aullido de aquel que devora mis entrañas. Y aullando
prolongue en los perros guardianes un odio en silencio y
dientes, que por milenios me persigue.
De Visión de los hijos del mal, 1967
********************************************
EL HIMALAYA O LA MORAL DE LOS PÁJAROS

Segunda aparición del
SOL ANTIVERBAL
sobre la TIERRA-NACIENTE del
TERCER MUNDO y
canto quinto de los PÁJAROS

Hacia el mediodía; sintiendo próxima la tierra que nacía; la muchedumbre de guerreros
intentó un canto de furia o salvaje alegría pero lo que salió de su boca fue una blasfemia
atroz, un discurso de delirios, y nadie rió y todos miraron el cielo.


CANTO QUINTO DE LOS PÁJAROS
Recuerda, conquistador de la Luna y el Sol, recuerda bastardo este Imperio de Niños.
Honor a tu coraje: yo te maldigo.
Pues años y años y cientos han de pasar hasta que el Verbo resucite en la tierra violada. Mientras; balbucea el caos con tu lengua clavada por el frío Sol Antiverbal: señor de justicia.
Salve.
(En la superficie del mercurio frutos y ramas golpeaban el barco, sin ruido. Y un río de aguas blancas devoraba el mar mineral. Aquel sol de Justicia se elevó sobre los volcanes y las nieves en busca de un refugio de salvación. Y en la mañana primera de la conquista sólo hablaron los pájaros.)
**
POEMA 9

Tocaremos la luna. Poseeremos el cráneo del
Sol.
Qué patria o cielo verbal ilumina al fuego
en su casa de líquidos esmaltes; carro de Elías,
purificación de las ciudades muertas, árbol místico de la sangre, agua y
sombra transparente, vitral de dioses aniquilados.
Sol antiverbal. Sol carnívoro en sonidos o silencios en el horizonte
frío de la tierra sin
pájaros.
Sol tigre.

MARE TENEBRARUM
En aquel tiempo del triste colegio, en aquel que
jamás recuerdo; soñaba con tigres y pájaros en
lucha y mi corazón era el desierto y el cielo, el sol
y la luna de aquel mundo final.
Llegó hasta mí un sacerdote, llegó y me dijo: por lo
que piensas morirán tus ojos, tu piel será maldita,
como la piel de las momias, amarás a dios en todo
lo que te destruya.Me senté junto al muro más cruel y lloré la lepra
del cielo.Cayó mi corazón, lo perdí. Y reyes ya de sangre
pájaros y tigres me acosan para siempre y todas
mis aguas, todos mis ríos, huyen muertos hacia el
atroz y calmo Mar de las Tinieblas.
Y el ángel de la locura, el ángel de la fiebre mira,
en mí al monte coronación del Verbo; escribo para
que me sea dado el Silencio.
(1970)
Miguel Angel Bustos

sábado, 28 de julio de 2007

Marguerite Durás y Esa enfermedad Extraña

El mal de la muerte de Marguerite Durás es un texto inclasificablemente bello.
Pasa desde la novela a la prosa erótico-poética y al texto teatral enlazado de una manera imperceptible generando así la sensación de que todo esta escrito en términos de acotación, especificando conscientemente la orden directa del escritor, desde la acción hasta la contención emocional que lo guía.

Extraño lenguaje donde se funden varios estilos.

Comienza el texto con una posibilidad de lo que podría haber sido y cuando uno ha entrado en su dominio el tiempo se transforma. El principio es un acuerdo de partes entre un hombre y una mujer que estipulan algo que está condenado y finalizado antes de comenzar, de todos modos deciden hacerlo.

Él está solo, ella lo sabe desde siempre.

Desde el posicionamiento de los personajes Él se encuentra en insatisfacción buscando sin saber que le pasa o necesita. Ella simplemente sonríe, habla cuando se le pide, duerme y goza simplemente de saber que es lo que Él busca.


“Otra tarde usted lo hace, como estaba previsto, duerme con el rostro en lo alto de sus piernas separadas, contra su sexo, ya en la humedad de su cuerpo, allí donde ella se abre.

Ella le deja hacer.

Otra tarde, por distracción, usted la hace gozar y ella grita”


Pero a pesar de ello Él percibe “el sordo y lejano zumbido de su goce en su respiración”
Él quiere alejarse de ese cuerpo perfecto que lo incita a matarla.

Porqué?

Porque nunca ha amado a nadie. Porque Él es portador del mal de la muerte, aquel que no mata, no vive, ni sabe aún que no ha vivido y ya estaba muerto desde antes.
Él reconoce el mal que Ella sabe que padece en su cuerpo dormido, reposando contra las sábanas, que las cubren y la velan, en la inmovilidad insípida de las respuestas, en el color mentiroso del mar.
Así sin saberlo Él se encuentra viviendo la muerte. Llora por no imponer la muerte. Llora por no amar.

De este modo plantea la duda desde el principio de las cosas, estamos condenados antes de nacer así como la cotidianeidad en la que nos perdemos y abstraemos es vivir nuestra muerte.


El texto funde el cuerpo de los personajes, el cuerpo del escritor, la muerte y el amor donde la belleza produce violencia.

Indudablemente es el cuerpo de Ella el que habla generando violencia producida por la perfección que conlleva.

Como no cuestionarse luego de leer a Durás sobre el comienzo y fin de nuestros días, sobre nuestra condena antes de nacer, sobre los refugios encontrados, sobre los ojos que vemos a diario, sobre la muerta cotidianeidad que desanudamos por las noches para cubrir el día, sobre una especie de Dr. Jekill y Mr. Hide donde no contentos a vivir con lo planteado por la sociedad, damos gracias a la noche para desnudar nuestros mas íntimos y oscuros deseos vitales aunque sepamos de su condena. Son aquellos actos, los cuestionables, los indescifrables los que alimentan nuestros sueños en la fijación de una noche que se devela para que hagamos de ella nuestra cálida compañera.

“…Y en el hueco de sus piernas separadas ve Usted por fin la negra noche. Usted dice: Era ahí, la noche negra, es ahí…”



Vanesa Aldunate

viernes, 27 de julio de 2007

ANNE SEXTON - HER KIND


Her Kind


I have gone out, a possessed witch,
haunting the black air, braver at night;
dreaming evil, I have done my hitch
over the plain houses, light by light:
lonely thing, twelve-fingered, out of mind.
A woman like that is not a woman, quite.
I have been her kind.

I have found the warm caves in the woods,
filled them with skillets, carvings, shelves,
closets, silks, innumerable goods;
fixed the suppers for the worms and the elves:
whining, rearranging the disaligned.
A woman like that is misunderstood.
I have been her kind.

I have ridden in your cart, driver,
waved my nude arms at villages going by,
learning the last bright routes, survivor
where your flames still bite my thigh
and my ribs crack where your wheels wind.
A woman like that is not ashamed to die.
I have been her kind.


To Bedlam and Part Way Back (1960)




De ésas

He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.

He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, tallas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para los gusanos y los elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.

He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que dejábamos atrás,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.


Anne Sexton

traducido por michelle para Mujer Palabra (2001, rev. 2006)

(enlace con video y audio de Anne recitando este poema)





domingo, 22 de julio de 2007

CLASE 1945


Diet


Era su propio
y único padre
Él lo enterró
Lo juro:
87.000 gramos
de una impenetrable

gelatina.

*************

Siniestra


Mi mano de 11 años de edad, diestra, se estuporiza:
lo que mi amiga de toda la vida, Eufemia
mientras merendamos solos en su casa
tiene y no tiene
son recién cumplidos 13 años
y bombacha

Que lo afirmen los dedos de esa mano:
se le fue la infancia a mi amiga
¡oh, su néctar!
*************

Aprovechamientos

A la tía la asaltábamos en su pieza
cada sábado después del mediodía
sus sobrinos
Púberes, adolescentes
sin adultos en la casa
jugábamos a que era nuestra
a que la tía nos estaba destinada
Aprendimos en ella
nos adiestramos
los dos hermanos y el primito
Estimulada así la tía
casi muda nos daba todo
en su delicado estupor
A su manera aguardaba
y se concedía sus raciones de vértigo
Manuable, dúctil nos complacía
en familia
Mi primo sobreactuaba para no derrumbarse
alardeaba de sádico
y me parece que estaba
caliente con mi hermano
A los tres en fila nos mamaba la tía
La mía se la dejaba más tiempo en la boca
Mi primo se aferraba la suya
él dirigía la batuta
y la descargaba antes que nosotros

Mi hermano fue encontrado
un jueves después de medianoche
sodomizando a la tía
Cegado, papá, el histórico
fornicador de su hermana
los acuchilló
Mi primo y yo nunca recordamos
estando juntos
a esos muertos
Dejó secuelas:
él se hizo striper
y yo
coleccionista y usuario de italianas
suecas, taiwanesas, mucamitas indias
embarazadas africanas, cadavéricas
muñecas inflables.
*************

La Corona complica

Esquivaría las formalidades
como un mortal cualquiera
si no tuviera que adiestrarme para Rey

La enoja mi recelo
a la nueva delfina de Francia
No sabría qué hacer con esa rubia

Prefiero al herrero con el que lucho
Es más fuerte que yo
Y me enseña.

***************
A mi amigo
Inspirado
mi amigo cumple
en mi culo
su misión

mientras en el espejo
del adusto roperito
de mis padres

se incentiva vigilando
su propio
culo.



*************

Comercio


Unas palabritas embaucadoras
en mis encantadoras orejitas

Fugaz el frotamiento en las escaleras del edificio
contigüo a mi escuela

Pongamos que fueron cincuenta
los centavos que acepté aquella noche
veraniega en Liniers

Precoz la eyaculación del pobre transeúnte
o vecino.
*************

Fascino


Los fascino con el tamaño
los alarmo
los reviento

Lo mío es, en ocasiones
-con fajada-
definitivo.
*************

Buen cliente


Expeditivo, lo trabaja

A sus requisitorias
no me presto:
sí me vendo –50 pesos-
por un rato

Indaga mi culo
y obtiene el vencimiento
de su interés.
*************
Márgenes

No puedo
sino
huir

Mi salvoconducto
es un kilo
de esta mierda

La noche
me va a calzar
como un ambo
de confección

En la otra margen
seré también
un soldado.
*************

Quererlo todo


Yo tenía un voraz medio hermano
banquero, financista, en mi última pesadilla
y le reprochaba:

“Vos lo querés todo:
el chiquero interplanetario
los inconmensurables beneficios
la casita en Belgrano
y un vistoso ejército de negros que te abaniquen!”

Y entonces él me regalaba
acallándome
la casita.
***************

Clase 45


Cantando bajo la lluvia de la ducha
soy Sandro
Habiendo yo nacido en Aries
soy tan de fuego como él

Examinados juntos para la colimba
sólo él firmaba autógrafos
en calzoncillos

Pasan las décadas y retiene
a ¡Rosa, Rosa! en los escenarios
pero la más codiciada Rosita de mi barrio
me tiene a mí

Sandro con sus fans
yo con sus discos
Cada cual con su vigencia
y achaques.
************

Esto no puede


Esto no puede estar sucediéndome
acabemos, señores, con esta insurgencia

Esta bella espada medieval
no puede estar atravesándome
de lado a lado
Esta cabeza introducida sin mi autorización
dentro del horno de mi propia cocina a gas
no puede ser la mía
Señores, acabemos con este guión

Esta botellita de Fanta
no puede estarse también introduciendo
en mi anillo anal
¿Qué tiene de jocoso?

Estas tenazas perfectas no pueden estar retorciendo
los verdaderos, únicos dedos
de mis manos.
*************

Daría lo que soy, etc.


Nadie
ha querido jamás
tanto a Analía
como yo la quise
casi

Soy
quien ha batallado inclaudicablemente
en pos de la obtención de las más altas reivindicaciones
casi

Daría mi fortuna
y hasta la propia vida
apenas me las reclamaran
para justas causas
casi

Analía
me ha querido tanto
tanto pero tanto
como yo la quise
casi.
**************

Continentalmente


Lincharon a mi padre
Los ingleses lincharon a mi padre
Todos los ingleses lincharon a mi padre

Raptaron a mis hijos
Los italianos raptaron a mis hijos
Todos los italianos raptaron a mis hijos

Encarcelaron a mis hermanos
Los españoles encarcelaron a mis hermanos
Todos los españoles encarcelaron a mis hermanos

¿Es una provocación?

Difamaron a mis amigos y a mi madre
Los portugueses difamaron a mis amigos y a mi madre
Todos los portugueses difamaron a mis amigos y a mi madre

Ultrajaron a mi esposa
Los alemanes ultrajaron a mi esposa
Todos los alemanes ultrajaron a mi esposa

Me expulsan
Los europeos me expulsan
Todos los europeos me expulsan

¿Por qué no cuajo en el Viejo Mundo?
*************
Rolando Revagliatti
Ver su frondosa producción en:

domingo, 15 de julio de 2007

SALTOS SIN RED



EL TELEVISOR NUEVO



Miró a su marido en éxtasis frente al televisor nuevo, desmesurado, que les había costado poco menos que una hipoteca y por el cual estarían pagando cuotas durante dos años. Los parlantes estereofónicos hacían temblar los vidrios del cristalero heredado de alguna abuela, único mueble con algo de historia en esa casa que había sido su prisión por casi un cuarto de siglo. No necesitaba ver el contenido para describirlo: cinco platos playos y cuatro hondos de lo que había sido un juego para doce personas; tres copitas de licor de color azul y otras dos, verdes; una tetera de porcelana con el pico roto, pero que se negaba a tirar porque le gustaba; ocho copas para vino tinto de distinto tamaño y origen (las de vino blanco hacía rato habían pasado a mejor vida); seis compoteras de vidrio, con florcitas pintadas; una sopera sin la tapa. Algún portarretratos con fotos de chicos, adornos baratos y una mala imitación de un Lladró.
El mueble resumía su vida y cómo le había ido en ella. A ella le hubiera gustado comprar uno nuevo, brilloso, bajito, con cajones y puertitas para preservar el deterioro de la vajilla de miradas indiscretas. O el lavarropas automático, sueño inalcanzable que las puyas maritales habían convertido en entelequia de una mente enfebrecida por la ambición.
Tan ensimismada estaba que su marido tuvo que aullar dos veces pidiendo el mate, antes de que ella se diera cuenta de que le estaba hablando. Se lo alcanzó y él tanteó el aire para agarrarlo, sin despegar los ojos de la pantalla monstruosa que transmitía la previa al partido.
- Está frío,- se lo devolvió brusco.
- Bueno, voy a calentar el agua. De paso le cambio la yerba.
El gruñó y se acomodó en el sofá veterano de varias campañas. También podrían haber comprado un juego de sillones. No muy grande, claro, porque no entraba, pero un sofá chiquito y dos silloncitos lindos con tapizado floreado, como había visto en la mueblería de la avenida. ¿Hacía falta un televisor nuevo, tan grande? Él se había puesto furioso. ¡Ella no entendía nada, nada!
- ¡El mundial se juega cada cuatro años y la tipa quiere verlo en un televisorcito de mierda!
La discusión había ido subiendo de tono hasta el clímax habitual. Ella se había quedado en casa con hielo en el ojo y él se había ido a la casa de artículos del hogar a comprarse el televisor. Ni siquiera esperó a que se lo mandaran y contrató un flete para traer al monstruo. Bajarlo de la camioneta junto con el fletero renuente que se quejaba de una hernia adquirida con el sudor de su frente fue una hazaña homérica. Había tenido que dejarlo en medio del piso del comedor porque la agitación le había ganado la cuerda y resollaba como un buey cuando se desparramó en el sofá desvencijado.
Le había pedido la sublingual a los gritos y ella había corrido solícita, con la tirita de pastillas. Él tomó una y después otra, y ella se asustó. Le preguntó si se sentía bien y él le contestó que no le rompiera las pelotas y lo ayudara a acomodar el televisor, ¡lechuza de mierda! Ella corrió a sacar el aparato viejo y de miserables veinte pulgadas, esquivando hábilmente el tortazo.
Desembalaron la maravilla de la tecnología y la pusieron en la mesita del televisor defenestrado; la pobrecita asomaba penosamente ridícula debajo de la mole faraónica. En un gesto de generosidad, él le dijo que podía llevarse la tele vieja al dormitorio. Así no lo jodía con los partidos, ¡lechuza! Las cajas del embalaje quedaron en un rincón a modo de monumento a la basura generada por la tecnología moderna.
En la cocina, cambió la yerba al mate y puso agua fresca en la pava. Mientras esperaba, revisó las cajas de medicamentos alineadas en la mesada. El hipotensor, el betabloqueante, la sublingual, el miorrelajante, el sedante. En un rinconcito de la alacena, escondidos detrás de la lata de pan rallado, estaban sus antidepresivos. Si él se enteraba de que los estaba tomando, la molía a palos. ¿Para qué mierda los quería? Si estaba más sana que un toro. “O que una vaca, je”, se burlaba. Los tomaba para joderle la vida, porque le gustaba estar enferma y no sabía de qué y entonces inventaba. Sufrir del corazón, eso era estar enfermo, se enorgullecía. Y que revisara bien la fecha de vencimiento, como le había dicho el cardiólogo, que ella era medio pelotuda y por ahí le daba un comprimido pasado. "Un medicamento vencido no tiene efectos terapéuticos, así que fíjese bien cuando los compre, señora". Obediente, ella siempre revisaba las fechas. Hasta las anotaba, para no equivocarse.
- ¿Y…?¿El mate? ¡Dale que está por empezar!
- Ya voy.
Rezó un padrenuestro, dos, tres. El himno nacional brotó triunfal por los parlantes estereofónicos, ella se persignó y apagó la hornalla. Delante del televisor, él estaba de pie, tembloroso, mientras modulaba hipnótico las estrofas patrias. Ella se asombró de los milagros que conseguía el fútbol y por las dudas se quedó parada, no fuera cosa de ligar un sopapo por falta de fervor patriótico-futbolero.
El primer tiempo transcurrió sin más sobresaltos que los que generaba el relator, ansioso por un poco de emoción en un partido semejante.
- ¡Es la final, muchachos, vamos, pongan sangre, pongan garra, carajo!- su marido se desgañitaba como un poseso-. ¡Metan pata, la puta que los parió, maricones!
Ella no se atrevía a mirar y cebaba mate con la cabeza gacha.
Casi a los cuarenta y cinco minutos, después de una gambeta magistral, la pelota pasó a medio centímetro del travesaño. El público del estadio rugió, el relator estuvo a punto de ahogarse de la emoción y su marido saltó del sofá gritando el gol que no había sido e insultando a todos los familiares, amigos y deudos del jugador en cuestión. Cuando se sentó, jadeaba y se agarraba el costado izquierdo.
- ¡Qué pedazo de hijo de puta, podés creer, errarle así, así!- y separaba el pulgar y el índice derechos un centímetro. - ¡Así, así!- seguía gritando, pero no se soltaba el costado izquierdo. Ella desvió la mirada. No quería que él leyera en sus ojos y se fue a la cocina con el pretexto de traer los bizcochitos.
- ¿Caliento más agua?
- No, que me dan ganas de mear y me va a agarrar el segundo tiempo.
- Bueno. Me voy a hacer un té.
Preparó la taza de té con parsimonia mientras murmuraba otro padrenuestro. Dudaba si acompañarlo con un avemaría cuando lo escuchó salir del baño. Seguro que ni había levantado la tapa. Se asomó para verificar la presencia de las gotitas delatoras y descargó el tanque para que se llevara la evidencia.
Volvió a su puesto con la taza de té y la bolsa de bizcochitos en el momento en que el árbitro daba inicio al segundo tiempo. Los bizcochitos desaparecían con progresión aritmética y las puteadas crecían con progresión geométrica a medida que pasaban los minutos y no había señales de actitud goleadora por parte de la selección blanquiceleste.
A los treinta y tres minutos, un Aquiles nativo, un cruzado, un Galahad, inscribió su nombre en la gloria con un gol. La pantalla del televisor se cubrió de papelitos, el barrio entero estalló en un único clamor y su marido saltó encima del sofá para gritar mejor, más alto, más lejos, mientras se agarraba el costado izquierdo con las dos manos.
- Sentáte que te va a hacer mal.
- ¡Calláte, lechuza de mierda! ¡Andáte a la cocina, querés!
La prudencia aconsejaba retroceder y así lo hizo, pero se quedó en el comedor, vigilante. A los cuarenta y cinco minutos treinta segundos, un gol de los contrarios planchó las esperanzas de treinta y ocho millones de argentinos desesperados por ser los primeros del mundo en algo más que inflación, corrupción y desempleo.
-No lo puedo creer, no lo puedo creer - , murmuraba su marido en una letanía de sufrimiento agónico.- Qué manga de pelotudos, pero dónde estaba ese arquero de mierda, no lo puedo creer, no lo puedo creer...
El árbitro, implacable, adamantino, pitó el final del partido y el inicio de la segunda parte de la sesión de tortura. Dos tiempos de quince minutos y si no había definición, los penales. La posibilidad de los penales la hizo estremecer y sintió que el sudor le brotaba frío de las axilas y la espalda.
- ¿Querés que te haga un tecito?
Él la miró asesino y durante un parpadeo, ella creyó que se soltaría el costado para tirarle una piña.
- No. Hacé un café. Dale, antes que empiece el alargue.
No le dijo que el café lo pondría más nervioso. Tampoco le recordó que el cardiólogo se lo había prohibido. ¿Para qué? No tenía ganas de irse a la cama con los huesos apaleados y no poder dormir por el dolor.
- ¿Le pusiste azúcar? - preguntó él cuando le alcanzó la taza.
- Dos cucharadas.
El primer tiempo del alargue transcurrió entre ansiedades, gritos y puteadas y sin goles, igualito al segundo. Las patadas parecían calcadas y los expulsados, uno para cada equipo, también.
- ¡Se vienen los penales!- anunció el relator con voz estrangulada por la emoción.
Ella lo espió sin levantar demasiado la cabeza para que él no se diera cuenta: estaba rojo; la vena de la frente le culebreaba desde el nacimiento de la pelambre exigua hasta las cejas tupidas; el cuello de toro estaba hinchado y violáceo y por la camisa entreabierta asomaban los pelos ralos y blancos del pecho, que se agitaba brilloso de transpiración. Casi cedió al impulso de preguntarle cómo se sentía y si no quería la sublingual, pero su instinto de supervivencia le cerró la boca y la mantuvo sentada y quietecita en su lugar.
Para no tentarse, clavó la mirada en el piso de parquet desparejo y astillado, repasando el lustre desvahído y los agujeros del plastificado. Podríamos haber pulido el piso y arreglado las sillas del comedor con lo que gastamos en ese televisor. Y encima hubiera sobrado plata. La voz seca del relator le informó que del otro lado del planeta festejaban "su" primer penal. Quién sabe, podríamos haber pintado. Apretó los dientes para no largarse a llorar. Tres minutos después, todos sus pensamientos decorativos quedaron ahogados por los festejos del primer penal argentino. Otro penal convertido, otro alarido cósmico. Y el tercero. De "ellos" y de los "otros". Tres a tres y faltan dos, contabilizó. No quería mirar y se fue a la cocina. Se obró el milagro: los "otros" erraron el tiro.
- ¡Dios es argentino, carajo, vamos todavía!- él resoplaba y ella se escondió detrás de un vaso de agua. El grito de desesperación la hizo salpicarse. Se asomó justito para verlo llorar, putear y retorcerse de rabia y de dolor.
- ¡Ese pelotudo erró el penal, podés creer, no, si es un paralítico hijo de mil putas, habría que cortarle las piernas, es increíble!
Lo vio vacilar, frotarse el brazo y el hombro izquierdos, pararse y volver a sentarse, abrir la boca en una mueca sardónica, con los tendones del cuello estirados como elásticos a punto de romperse. El vaso de agua le tembló en la mano. Los "otros" se preparaban para el quinto penal. El arquero argentino voló hacia el ángulo exacto en el momento preciso, como un ángel, y detuvo el objeto infernal, anatemizando el gol.
- ¡Qué grande que sos, papá! ¡Sos Dios, maestro, ídolo, te van a hacer un monumento!- pero él ya no tenía más voz y las palabras le siseaban entre los dientes. Ella no podía, no quería mirar y cerró los ojos muy fuerte, hasta que vio estrellitas.
Entonces, el universo se llenó de voces que gritaron el gol. El último, el único, el que los consagraba campeones indiscutidos e indiscutibles y les compraba la gloria hasta el siguiente campeonato. Abrió los ojos para ver que ese gol también le compraba la libertad. En la pantalla y en la calle, nevaban papelitos. Los bocinazos los oyó a través de una muralla de algodones. Él la miró por primera vez desde que comenzara el partido y ella le vio la muerte en los ojos enormes, en la boca abierta y muda; en las manos que agarraban el costado izquierdo inútil y traidor. Él intentó levantarse pero se escurrió de cara al suelo con un ruido blando. Una mancha comenzó a oscurecerle los pantalones gastados y el parquet.
Sin atreverse a respirar, ella se acercó despacio. Se agachó y le puso dos dedos en el cuello; después corrió hasta el teléfono y llamó al SAME.
Los hombres de verde se miraron y negaron con la cabeza.
- No hay nada que hacer- dijo uno y enarcó las cejas.
- ¿Estaba tomando alguna medicación?- preguntó el otro y ella le contestó que sí y le llevó todas las cajitas de medicamentos.
- Ah, bueno, el hombre tenía un cuadro severo.
- Y sí, doctor, hace ya como seis años que se trata. Que se trataba, bueno- y aguantó un sollozo.
- Quédese tranquila, señora. No sufrió nada.
- No, claro, los que sufrimos somos los que nos quedamos- murmuró mirando el televisor indiferente y bestial, que transmitía la alegría de los restantes casi treinta y ocho millones de habitantes. Los hombres de verde fueron gentiles: le hicieron el certificado de defunción - “causa de la muerte, infarto masivo de miocardio”-, y la ayudaron a llamar a una empresa de pompas fúnebres. Una vecina la acompañó a hacer los trámites.
Dos días después del entierro, regaló la ropa de él. Sacó todos los comprimidos de las cajitas de medicamentos, los tiró al inodoro, hizo correr el agua dos veces y bajó la tapa. En la alacena, atrás del tarro del pan rallado, escondidas con los antidepresivos, estaban las tiras de comprimidos nuevos y sin abrir, compradas en la farmacia de la otra cuadra a lo largo del último año. También las tiró, aunque le dio pena, porque alguien que las necesitara podría haberlas aprovechado.
Después, llamó a la casa de electrodomésticos para negociar el cambio del televisor por un lavarropas. No muy grande, total era para ella sola.


Mónica Sacco


Ha publicado una novela "La Grieta Mínima"
y en Transdisciplina Creativa se puede seguir la saga en capítulos
de "El Folletín del Crimen Triste" y acceder a otros cuentos de
la autora









sábado, 7 de julio de 2007

CANTO DESDE LA FRONTERA




OTOÑO SECRETO


Cuando las amadas palabras cotidianas
pierden su sentido
y no se puede nombrar ni el pan,
ni el agua, ni la ventana,
y la tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
y el recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
y ha sido falso todo diálogo que no sea
con nuestra desolada imagen,
aún se miran las destrozadas estampas
en el libro del hermano menor,
es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,
y ver que en el viejo armario conservan su alegría
el licor de guindas que preparó la abuela
y las manzanas puestas a guardar.

Cuando la forma de los árboles
ya no es sino el leve recuerdo de su forma,
una mentira inventada por la turbia
memoria del otoño,
y los días tienen la confusión
del desván a donde nadie sube
y la cruel blancura de la eternidad
hace que la luz huya de sí misma,
algo nos recuerda la verdad
que amamos antes de conocer:
las ramas se quiebran levemente,
el palomar se llena de aleteos,
el granero sueña otra vez con el sol,
encendemos para la fiesta
los pálidos candelabros del salón polvoriento
y el silencio nos revela el secreto
que no queríamos escuchar.



De Para ángeles y gorriones, 1956



PAISAJE DE CLINICA

A Rolando Cárdenas

Ha llegado el tiempo
En que los poetas residentes
Escriban acrósticos
A las hermanas de los maníaco-depresivos
Y a las telefonistas.

Los alcohólicos en receso
Miran el primer volantín
Elevado por el joven psicópata.

Sólo un loco rematado
Descendiente de alemanes
Tiene permiso para ir a comprar "El Mercurio".

Tratemos de descifrar
Los mensajes clandestinos
Que una bandada de tordos
Viene a transmitir a los almendros
Que traspasan los alambres de púa.

William Gray, marino escocés,
Pasado su quinto delirium
Nos dice que fue peor el que sufrió en el Golfo Pérsico
Y recita a Robert Burns
Mientras el "Clanmore", su barco, ya está en Tocopilla.

Ha llegado el tiempo
En que de nuevo se obedece a las campanas
Y es bueno comprar coca-cola
A los Hermanos Hospitalarios.

El Pintor no cree
En los tréboles de cuatro hojas
Y planea su próximo suicidio
Heborizando entre yuyos donde espera hallar cannabis
Para enviarla como tarjeta de Pascua
A los parientes que lo encerraron.

Los caballos aran preparando el barbecho.
En labor-terapia
Los mongólicos comen envases de clorpromazina.

Saludo a los amigos muertos de cirrosis
Que me alargan la punta florida de las yemas
De la avenida de los ciruelos.

La Virgen del Carmen
Con su sonrisa de yeso azul
Contempla a su ahijado
Que con los nudillos rotos
Dormita al sol atiborrado de Valium 10.

(En el Reino de los Cielos
Todos los médicos serán dados de baja).

Aquí por fin puedes tener
Un calendario con todos los días
Marcados de rojo
O de blanco.

Es la hora de dormir -oh abandonado-
Que junto al inevitable crucifijo de la cabecera
Velen por nosotros
Nuestra Señora la Apomorfina
Nuestro Señor el Antabus
El Mogadón, el Pentotal, el Electroshock.

De Para un pueblo fantasma, 1978


AHORA QUE DE NUEVO


Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
enemigo de los vagos y los ebrios,
el viento los arrastra como a las hojas del diario de la tarde
y los deja fuera de las Hospederías,
los hace entrar a escondidas a dormir hasta en los confesionarios.

Conozco esas madrugadas
donde buscas a un desconocido y un conocido te busca
sin que nadie llegue a encontrarse
y los radiopatrullas aúllan amenazantes
y el Teniente de Guardia espera con su bigotito de aprendiz de nazi
a quienes sufrirán la resaca por no pagar la multa.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso en escribir
sobre los areneros amenazados por la creciente
sobre un reo meditabundo
que va silbando una canción,
sobre las calles del barrio
donde los muchachos hostiles al forastero buscan las monedas para el flipper
y los dueños del almacén de la esquina
esperan entumecidos al último cliente,
mientras en el clandestino
los parroquianos no terminan nunca su partida de dominó.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso que debe estar lloviendo en la Frontera.
sobre los castillos de madera,
sobre los perros encadenados,
sobre los últimos trenes al ramal.
Y vivo de nuevo
junto a Pan de Knunt Hamsun lleno de fría luz nórdica y exactos gritos de aves acuáticas,
veo a Block errando por San Peterburgo contemplado por el jinete de Bronce
y saludo a Sharp, a Dampier y a Ringrose jugándose en Juan Fernández el botín robado en la Serena.

Me han llegado poemas de amigos de provincia
hablando de una gaviota muerta sobre el techo de la casa
del rincón más oscuro de una estrella lejana
de navíos roncos de mojarse los dedos.

Y pienso frente a una chimenea que no encenderé
en largas conversaciones junto a las cocinas económicas
y en los hermanos despojados de sus casas y dispersos por todo el mundo huyendo de los Ogros
esos hermanos que han llegado a ser mis hermanos
y ahora espero para encender el fuego.


De Cartas para reinas de otras primaveras, 1985.


TÚ QUE DE LA NADA SABES MÁS QUE LOS MUERTOS


"Tú que de la nada sabes más que los muertos"
Tú que temblabas sobre el papel en blanco
Acuérdate de mí que ya no llevo archivos.

Acuérdate de mí que ya no llevo archivos
Ni me conmueven estas líneas que escribo
Ni el vuelo de las golondrinas cada vez más oscuro
Y que no cambiaría por un oro invencible.

Tú que tiemblas sobre el papel en blanco
Acuérdate de mí que escribo cuando me da la gana
Y que no he renegado de una sola palabra
Y no espero oír el canto de los Tripulantes.

He encontrado la nada en unos brazos desnudos
He encontrado la nada en el llanto de un recién nacido
He encontrado la nada en flippers y museos
"Tú que de la nada sabes más que los muertos"


De El molino y la higuera, 1993

HERMANA

Vivo en la apariencia de un mundo
Tú no sabes ni puedes saberlo
Tú no puedes conocer a mi hermana.
Yo mismo apenas la conozco
Porque murió antes de que yo naciera
Y esa llaga adelantó mi llegada.
Por eso crecí antes de lo debido
Y la primavera es una rápida hojarasca
Y el verano un congelado reloj de arena
Ya sólo puedo yacer en el lecho de mi hermana muerta.
El vacío de mi hermana me sigue cada día.
Cuando yo muera habré muerto antes de su muerte

De Cartas para reinas de otras primaveras, 1985


DÍAS DE OCIO EN LA CIUDAD QUE FUE

Nadie me entiende sino el Gato Pedro
Le daré una botas para que llegue a la Ciudad que Fue
Y deje de dormir frente a la chimenea que en el Molino encienden en pleno verano
En el Sur Profundo tendrá que cazar ratones
Y vivir con colores propios
Mientras yo voy al cementerio
Del brazo de la hija del capitán del Puerto
Donde hace cuarenta años que no pasa ninguna nave
El tontito del pueblo me pregunta si yo soy poeta
Y yo le recito "Asteroides" de Pedro Antonio González
Todos creen que yo lo escribí
Y firmo autógrafos para los hijos de los parroquianos
Ya no hay barcos
Ya no hay trenes
Los diarios de la Capital llegan al día siguiente de su aparición
Le regalé al Cura Párroco
"La Mente Drogada. Cómo Librarse de las Dependencias"
De los doctores Hudgson y Miller
Mientras un niño echa anilina a la pila del agua bendita
Que Nuestro Señor me libre del trabajo
Sólo quiero que se abran para mí las puertas de marfil del ocio
Y yo quiero que esto no sea un poema
Sino una página en blanco.



De En el mudo corazón del bosque, 1997

Jorge Teillier

(1935-1996)

domingo, 1 de julio de 2007

EL PADRE Y LA PIEDRA EN EL ZAPATO

(Foto Otto Plath)



Daddy
Ya no me quedas no me calzas más
zapato negro, nunca más.
Allí dentro vivía como un pie
durante treintaitantos años, pobre y blanca,
sin atreverme a respirar ni decir achú.
Papacito he tenido que liquidarte.
Estabas muerto antes de que hubiese tenido tiempo
Pesado como mármol, talega llena de Dios,
estatua lúgubre una sola pezuña parda
Grande como un sello de San Francisco.
Una sola cabeza sobre el caprichoso Atlántico
Donde derrama granos verdes sobre el azul
Aguas afuera de la hermosa Nauset.
Me acostumbré a rezar para que volvieras.
Ach, du.
En la lengua alemana, en el pueblo polaco,
Raídos, nivelados por la aplanadora
De las guerras, las guerras, las guerras.
Pero el nombre del pueblo no es extraño.
Dice mi amigo el polaco.
Que hay más de una docena
De modo que no puedo acertar dónde
Tú pusiste la planta, tu raíz,
Yo nunca pude hablarte
Se me pegaba la lengua al paladar.
Se trabó en una trampa alambrada de púas
Ich, ich, yo, yo.
Apenas si podía hablar,
Creía que todo alemán eras tú
Y el obsceno lenguaje
Una máquina, era una máquina
Insultándome como a una judía.
Otro judío a Dachau, Auschwitz, Belsen.
Como judía empecé a hablar
Y pienso que muy bien judía puedo ser.
Las nieves del Tirol, la cerveza de Viena
No son tan puras ni tan auténticas.
Con mi linaje gitano y mi extraña suerte
Y mi mazo de Tarot, mis cartas de Tarot
Muy bien puedo ser algo judía.
Siempre te he tenido a ti
Con tu Luftwaffe, con tu glugluglú,
Y tu recortado bigote
Y tu ojo ario, azul celeste.
Hombre-panzer. Oh, tú...
No Dios, sino una esvástica
Tan negra que ningún cielo podría cernirse.
Toda mujer adora a un fascista,
la bota en la cara, el brutal
brutal corazón de una bestia como tú.
De pie estás en la pizarra, papi,
En la fotografía que tengo de ti,
Una hendidura en la barbilla
En vez de en tu pie.
Pero no menos demonio por eso, no,
No menos que el hombre de negro.
Qué puso freno a mi lindo y rojo corazón
Tenía diez años cuando te enterraron.
A los veinte intenté morir
Y regresé, regresé a ti
Pensé que hasta mis huesos volverían también.
Pero me sacaron de la talega
Y me reconstruyeron con goma.
Y entonces supe qué hacer.
Hice un modelo de ti.
Un hombre de negro con aire de Meinkampf.
Amante del tormento y la deformación
Yo dije sí, sí quiero.
Así, papito, he terminado al fin.
El teléfono se arrancó de raíz,
Las voces ya no pueden carcomerme más.
He matado a un hombre, he matado a dos
Al vampiro que dijo ser tú
Y bebió de mi sangre todo un año,
Siete años si quieres enterarte,
Papito, puedes descansar en paz ahora.
Hay una estaca en tu negro, burdo corazón,
A los aldeanos nunca les gustaste.
Están bailando y zapateando sobre ti,
siempre supieron que eras tú
Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy.


Sylvia Plath