miércoles, 17 de diciembre de 2008

FRAGMENTOS FANTÁSTICOS




LOS PATIOS DEL TIGRE

El tigre, aquel espejo del odio y el espanto.Von Jöcker, Siglo XVIII

Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios de mi infancia.A la claridad del canario se sumó el gritito entrecortado del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes. Algún mono hubo, pero fue efímero. Agregaba mi abuelo a la magia reinante sus oros de Gran Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros. Un tío viajó y en una gran jaula trajo un tigre. Lo aseguraron a una cadena y esperaron que lo viera. Su garganta me llamó; aparecí. El espanto y la maravilla me helaron.Desde ese día los patios dejaron de ser tales. Fueron selvas de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.Era feliz. Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me acostumbré ávidamente a lo extraño.Cuando alguien ordenó su encierro en el Zoológico, lloré. Entonces comenzaron mis fugaces visitas; temblaba cerca de su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su memoria de fiera el recuerdo. El día en que me fui a despedir de él para siempre me olió, detuvo su andar en círculos. Una sombra humana le cruzó la mirada. Intenté tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso. Pensé un adiós, suavemente me marché. Más tarde supe de su muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras carnes. He crecido. Guardo de mi infancia sus huesos en mi alma, los libros en mi sangre. Pero cuando llegue el fin y me miren los ojos que aún no he visto, pienso que será el tigre incierto de la locura el que me lleve tanteando a la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio que en su boca me ahogará clamando.O tal vez mi viejo tigre, rayado por la piedad, quiera devorarme como a un niño.

Miguel Angel Bustos

Fragmentos Fantásticos (1965)

EL TIGRE



EL TIGRE

¡Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué abismos o cielos lejanos
Ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Y qué mano osó ese fuego sujetar? ¿Y que hombro y qué arte
Torció las fibras de tu pecho?
Y al comenzar tu corazón a latir,
¿Qué mano terrible o pie terrible?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En cuál horno tu cerebro?
¿Qué yunque? ¿Qué puño terrible
osó ceñir su terror letal? Cuando los astros arrojaron sus lanzas
Y humedecieron sus lágrimas el cielo,
¿Sonrió al contemplar su obra?
¿Aquel que creó al Cordero, te creó a ti?

Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?
William Blake
Cantares de Experiencia (1794)

EL OTRO TIGRE


El otro tigre
And the craft that createth a semblance
MORRIS: Sigurd the Volsung, 1876

Pienso en un tigre. La penumbra exalta
la vasta Biblioteca laboriosa
y parece alejar los anaqueles;
fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
él irá por su selva y su mañana
y marcará su rastro en la limosa
margen de un río cuyo nombre ignora.
(En su mundo no hay nombres ni pasado
ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
y husmeará en el trenzado laberinto
de los olores el olor del alba
y el olor deleitable del venado.;
entre las rayas del bambú descifro
sus rayas y presiento la osatura
bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
mares y los desiertos del planeta;
desde esta casa de un remoto puerto
de América del Sur, te sigo y sueño,
oh tigre de las márgenes del Ganges.
Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
que el tigre vocativo de mi verso
es un tigre de símbolos y sombras,
una serie de tropos literarios
y de memorias de la enciclopedia
y no el tigre fatal, la aciaga joya
que, bajo el sol o la diversa luna,
va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
el verdadero, el de caliente sangre,
el que diezma la tribu de los búfalos
y hoy, 3 de agosto del 59,
alarga en la pradera una pausada
sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
y de conjeturar su circunstancia
lo hace ficción del arte y no criatura
viviente de las que andan por la tierra.
Un tercer tigre buscaremos. Éste
será como los otros una forma
de mi sueño, un sistema de palabras
humanas y no el tigre vertebrado
que, más allá de las mitologías,
pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
me impone esta aventura indefinida,
insensata y antigua, y persevero
en buscar por el tiempo de la tarde
el otro tigre, el que no está en el verso.
Jorge Luis Borges
El hacedor (1960)

domingo, 30 de noviembre de 2008

miércoles, 8 de octubre de 2008

HIMNOS A LA NOCHE



II

¿Ha de volver siempre la mañana? ¿No tendrá nunca fin el poder de la tierra? Siniestra agitación devora el vuelo celestial de la noche que se acerca. ¿No va a arder para siempre la ofrenda secreta del amor? Los días de la luz están contados; pero fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la noche. El sueño dura eternamente. Sagrado sueño — no escatimes la felicidad a los que en esta jornada terrena se consagran a la noche. Sólo los insensatos te ignoran y no conocen otro sueño que el de la sombra que tú, compasiva, arrojas sobre nosotros en el crepúsculo de la noche verdadera. Ellos no te sienten en el dorado mosto de las uvas — ni en el aceite milagroso del almendro, ni en la parda savia de la amapola. No saben que eres tú la que envuelve los pechos de la tierna muchacha y convierte su regazo en un edén — no sospechan siquiera que tú, desde antiguas historias, sales a nuestro encuentro abriéndonos las puertas del cielo, trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados, silenciosa mensajera de infinitos misterios.

Novalis (Friedrich von Hardenberg)

(1772-1801)

Traducción de Rodolfo Hässler

Foto: www.poeta_gotico.kit.net

LLEGADA DE UN JAGUAR A LA TRANQUERA



Está el hombre presente.
El filo de la medianoche.
La tormenta de la ex-tormenta.
El cazador al viento.

Lo inmediato ni aparece ni desaparece,
está desnudo en medio del contraamparo,
la no-guardia de lo imperfecto.
y el canto del azul zorzal.

La lluvia es agua de oro en lo inmediato del corazón,
el cosmos es el ensayo primero y sangrante de lo infinito.

La sangre lava el azul imperfecto de la Tierra, y vuelve
todo a la morada de la alegría;

¿Me disculparé ante el tigre por este “ensayo filosófico”?

La noche me ha colocado en un castillo en medio del palmar de Dios.
El alba es el encantamiento popular del planeta.
Buenas albas, dolor.

Francisco Madariaga
De Llegada de una jaguar a la tranquera, 1980
En La poesía del cincuenta (Selección de Daniel Freidenberg)
Buenos Aires, CEAL, 1981

LA DICHA



Esto es lo que cae: agua helada
en las manos; lo que das lo recibo
con un espasmo.
Fría, más que helada,
es el agua. Cae de a poco.
Esto es lo que doy:
mi necesidad arde
como una rosa en sereno.
Fríos son el rocío
y el espasmo del tallo.
Hoy será más leve la caída de esa gota
hasta que el sol levante.
Esto es lo que das: ansia de arder,
el agua helada.

Irene Gruss
La dicha - Bajo la luna 2004

EL TEATRO DE LA TRISTEZA


Duelo imposible, balbuceo, efervescencia amorosa y criminal, una saga lírica regida por un voluntarioso desamparo: la melancolía también es una estética, y la sensibilidad gótica finisecular (la nuestra) acaso sea uno de sus nombres. Detrás, como antecedente, habría que enumerar lo que otros llamaron el Bizancio anglofrancés del siglo XIX, la literatura charrogne y ese culto de la belleza manchada, emparentada con la desdicha, que popularizó Baudelaire en El pintor de la vida moderna.
Hay una vida afectiva del verbo donde éste se decanta, pasando del sonido natural al puro sonido del sentimiento. Para este verbo, el lenguaje no es más que un estado intermedio en el ciclo de su transformación, describe el trayecto que va del sonido a la música, descomponiéndose con la lentitud de los cortejos. En este verbo, hablan la melancolía y los poemas. A la manera de una enfermedad fatal, corrompen la lengua para amplificar lo eterno de lo efímero, lo ilusorio de lo verdadero. La estética es errática. No se buscan esencias, sino monogramas que cifren misterios, alguna traición, una voluptuosidad inútil, un gabinete fantástico donde un niño pueda perderse bajo la mirada de Novalis. En este verbo, el torpor se trastoca en audacia, lo banal en contemplación de lo banal, la proclamación en cosa rota. En este verbo, la tristeza se fragua a sí misma para salvarse.
María Negroni
El teatro ejemplar de la Tristeza
(Fragmento)

LA MORADA IMPOSIBLE



la gran serpiente abrazada al mundo
duerme también tú duermes
yo duermo puros de sonido
sonreímos contra la desesperada y sola
entre las flores no(puedes) no (no puedes) y del día
llueve sombra amanecida tiemblas de
muerte anterior a la muerte
duermo extraña al mapa de los mares aquí leo
tu sueño aquí ya no leo
tu risa lobo idioma blanco yo descifro
no (no puedes no)y ahora
cae la gota (bebe amo)
con todo un cielo de apretada locura

Susana Thénon

La morada imposible, Tomo I
Buenos Aires, Corregidor, 2001

lunes, 22 de septiembre de 2008

UVAS DEL PARAÍSO


I

Breve fluencia
unos rostros de agua:
ya lejos, muy lejos.

II

Y habló la voz
a los desterrados
hijos de sus hijos.

III

Gemas astrales
del cielo nocturno
de cada palabra.

IV

Luna rotante
o viento del sueño
de mortales pasos



XXIII

Caminaron el puente de los siglos
hasta el oscuro país de la Araña, donde sus llagas
al fin descansaron de su abrigo de efímera carne.

XXVIII

Los ojos de los muertos miran a la Tierra Prometida.
les oímos murmurar a veces, pero la canción
que cantan es una y siempre la misma.

L

La mañana se despliega como espléndido fruto
sobre los pechos de Yocasta y su hijo dormido,
escena de un imposible retorno al origen.


LXVI

Marcha bajo la noche estrellada, preñada de mundos,
pero la muerte aquí abajo
se paga viviendo.

Alejandro Drewes

Uvas del Paraíso - 2008 - Editorial Francachella

lunes, 8 de septiembre de 2008

SOUVENIRS


De Clausura (2008)

Poemario de Lilián Cámera

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lunes, 11 de agosto de 2008

RESEÑA SOBRE CLAUSURA DE LILIÁN CÁMERA




Todos los caminos parten del cuerpo y nos conducen a él.
El cuerpo es el camino.
Edmond Jabés.



La tensión de Clausura se revela cuando lo originario se dobla sobre sí mismo y genera metamorfosis. Cambios de forma: la poesía hace del lenguaje una materia nueva. Y si toda epifanía es gozosa, un cuerpo “resguardado por tinieblas, que se revela por las noches y aletea cerca de la luz” es un cuerpo que convida su placer. De mujer en mujer, se escurre por los pliegues lo que se esperaba y no es. De oveja a loba, tibio es el desasosiego y helado el temblor. Hay ráfagas de niño de mujer de anciano de ladrón y asesino: todo da cuenta cuando se promete, tras el velo, correr el límite.

¿Hay una mirada? ¿hay decepción en ese lobo que observa y ni siquiera come? Estas preguntas intentan un diálogo posible en Pliegue, y es necesario soltar a la niña, que permanece acurrucada en los rincones del rostro.

La belleza de una hoja caída en un sótano da comienzo a Saga, donde el silencio fulgurante de una humanidad perdida forma parte de vampíricas revelaciones. Allí cobra presencia la Amorosa Señora Alicia, observada a través de los espejos en una mirada de presa fascinada, mirada que la recorre y se ofrece como pertenencia. Se apela a la sensibilidad de Maldoror para resguardar los secretos y sólo resta invocar a Ella, la Primera, liviana como un gemido, para que los temblores se calmen o se sucedan en espasmos breves del alma.

En el Repliegue se trata de no perder y convertirse en negra mariposa. La consigna es redoblar el instante, alinear un mundo y batir las alas para quemarse. Desde las impresiones de la infancia, la vida es una fuga hacia delante y un ruego: “no me pierdas”, y en eco desdoblado: “no te pierdas”.

Y si el cuerpo es dueño de su cabalgadura en Corpus, no pide porque puede pedir. Sabiendo que la arena cristalizó los huesos de la ausente, en el Ayer ella se dejó caer se dejó omitir se dejó vaciar y el Hoy se dibuja por lo que no hay. Y si nada en el jardín permanece porque el sol está quebrado y la noche y los días, ¿habrá que ponerse los zapatos y saltar? Pero trasquilar la piel y mudar a loba puede ser una salida, un refugio en la tormenta.

Con una ceremonia de demonios arribamos a Dies Irae. El anhelo de novicias, la sexualidad desbordando las rodillas hincadas, la cruz enclavando los deseos de una letra viril convierten al poema en un largo jadeo. Hay avaricia de araña, redes primorosas de reina cuya furia es voraz: nada se escabulle, la carne es apresada con la urgencia del saqueo. El tejido resultante es inevitablemente cruel: acumula piernas y desvía brazos.

Bienvenido este libro. Si no se escribiera, rescatando el pulso como prueba de vida, en la cavidad de las muñecas algo podría escurrirse, sólo por no temblar. Una y otra vez su poesía nos interpela: qué lluvia lava esta sangre qué lluvia nos adormece. Pero tras el velo la belleza se presenta como una posibilidad redentora: Clausura engarza su pregunta como una gema, y es señuelo de los dioses.



Liliana Piñeiro.


domingo, 22 de junio de 2008

DETENTA TU SONAR EN LA NOCHE


"tuve un miedo luminoso como un aljibe.
húmedo y medieval como un sol.
ciclos de tormentas donde relampagueaban los siglos.
bajo las constelaciones, supe el peligro de los alfabetos.
me fundaron los peligros. la intemperie. las tormentas" *




"El Silencio Continente"



"El amor nos devela. Demuestra con violencia que pese a todos nuestros esfuerzos, somos aquello que no podemos controlar."*



* Textos tomados del Blog de Javier Galarza
http://morirenlaciudadyvivirenelintento.blogspot.com/

viernes, 6 de junio de 2008

LA VOZ DESTERRADA





1

estaba aquí
mínima en su dote
con las manos abiertas
y los ojos oscurecidos por la ira de Apolo

estaba
en la locura
cerrada por calles
meandros donde la sibila ofrecía su oído

a las serpientes
susurrando en umbrales
su delicado martillo

tiesa en sus visiones
de agua en agua
hablada por las voces de otros
aquellos que con otra melodía enfundaban sus terrores


2

no creíste nada
y creíste todo

como las hojas de los diarios rodando tras la lluvia
en el viento
a solas por alcantarillas
donde el ojo del gato ilumina

esta es la palabra
el designio

acompaña las pequeñas moscas en la cortina
la desazón
el oráculo de los vencidos
cuando sabías con qué raspar al sonido del agua
en esa tarde en que todo fue demasiado tarde




4

altares por altar si Ayax lleva mi tocado al borde filoso de ese mármol
si de mí hociquea su prisa si desviste el cuello con labios brutales
si perdona el pie que gira ocioso debajo de sus pies temblando un grito
si calibra su muñeca al fragor de mi vientre al gemido interno de sus olas
si arrastra por mí los ojos de Atenea con quietud de herrero en la fragua
si entonces yo levanto los ojos hacia sus orejas que nada entienden

altar por altares se abre en los senderos tenues de mi profecía el peor fantasma:
mirada absorta en la palabra que no diré que no seré en la palabra sucedida


Lilián Cámera

de la Serie Cassandra
(el poema 3 en Meridiana)



jueves, 1 de mayo de 2008

PAVOR DE CANDELABROS: JACOBO FIJMAN

Extracción de la piedra de la locura
De “Molino Rojo”:


CANTO DEL CISNE

Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

ALDEA

Mi blanca soledad aldea
abandonada.
Revuelo de perezas
sobre la torre de un anhelo
que tañe sus horizontes.
Pintadas negras de la desolación.
Yunques abandonados y puentes solariegos.
Se ha sentado el dolor como un cacique
en el banquillo de mi corazón.
Las lluvias estancadas de mis sueños
se han cubierto de musgo.
En el horno apagado del silencio
mis frutos maduraron
estérilmente.
Perdí mi itinerario en el desierto.
¡Hospedería triste de mi vida
en donde sólo se aposentó el azar!
En una pradería de cansancios
balan estrellas mis ovejas grises.
Lugarón sin destino;
las calles andariegas
beatas de mi ser
son manos
contemplativas
que van perdiendo soles...


BARRIO

Barrio apartado;
bandada de colores
de las ventanas de las casas.
Silencio cruzado de brazos
ante la luna.
Sobre los árboles
embalsamados de cordialidad,
aromadas de estrellas
se trepan las callejas.
¡Dulzura!
Nada interroga.
Se está y no se está en sí mismo
muy limpio y ancho.
Y todo es tan lejano y puro
que una nueva inocencia nos consuela!
¿He salido a buscar
juguetes
para los niños?
Barrio apartado:
paisaje de estampas y de estrellas.


VÍSPERAS

Toque de vísperas de fiestas.
Presentimientos.
Mi corazón es blanco de ternura.
¡Solemnidad!
Hablamos en voz baja.
Un árbol canta como un niño
piadoso
todo blanco de estrellas.
Mi corazón es blanco de ternura.


MAÑANA DE SOL

Tañía el sol sus llamas
en los cántaros húmedos del viento
de rocío y paisaje
que alargaba el elástico sendero.
Desentumecimientos.
Carnes del trigo;
espigas en mis manos.
Jadean los aromas;
temblequea cual besos los caminos.
Silencios verdes de los bosques rojos
apretados de gozo y alegría.
¡Enloquece en mis ojos la mañana!

OCASOS

Ocasos turbios de violeta.
Reliquias. Devociones.
Caras amortiguadas.
Nostalgias
descoloridas.
¡El mar se acoge en mis matices;
cierra su boca atardecida y fría!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!


CREPÚSCULO

Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.
Ha cerrado sus párpados el viento.
Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.
Ponderan los ocasos gustos violetas.


De Estrella de la Mañana:

I

Los ojos mueren en la alegría de la visión
desnuda de carne y de palabras,
en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,
en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los
cielos todo crecidos.
Es demasiado bella la noche de oro de muros y
banderas luminosas.
Corremos en la noche de plata bajo la noche de
oro.
Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo,
cielo perfecto.
Voces desnudas de la voz eterna.
En la noche de oro nos llaman las campanas,
y oímos el vuelo de las palomas desde la noche de
plata bajo la noche de oro.


II

¡Levantaron las albas sus sentidos en el día de mi
pavor con su noche de
muerte.
Pavor de días y secretos de días.
Recogemos aromas de los días en el misterio de
los misterios.
Caen los muros.
Veo la tierra sabrosa de vida y muerte.
Y sobre mí lloraron las criaturas y cantaron los
niños cantores
Los ejércitos de la gracia desnudaron espadas
ante
el alba.


VI

Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.


VII

Roe mi frente dura
el lobo de la media noche.
Una escondida estrella arrima su sosiego.
Entre todos los soles ya se me canta aceite de júbilos.
Siento en mis manos venir la estrella de la mañana.


XXXI

En mi gemido
conté mi soledad envejecida; conté todas las noches de mis días.
Mis huesos cantan el misterio del mundo.
El agua perturbada de mi reposo.
Me veo en mi gemido según pavores de inocencia.
Paz, paz:
oído de mis palabras.
El ruego alcanza oído a mis palabras
carne sanada;
y hay espanto de luz en nuestras manos.


Jacobo Fijman

JACOBO FIJMAN: BIOGRAFÍA



Nace el 25 de enero de 1898, en Besarabia (hoy Rumania) bajo el Imperio Ruso que dura para él casi un lustro. En 1902 sus padres deciden emigrar a la Argentina. En un principio la familia deambula por el sur argentino. Más tarde se establecen en Lobos, provincia de Buenos Aires. En 1917 concluye sus estudios secundarios y se radica en Capital Federal. Ingresa en el Profesorado de Lenguas Vivas y comienza una profunda formación cultural. Se especializa en filosofía antigua, griego y latín. Además adquiere conocimientos en leyes y matemáticas. Su pasión por el violín y la música clásica lo acerca, en un primer momento, al compositor y violinista italiano Arcangelo Corelli, y luego, a la espiritualidad de los cantos gregorianos.

Trabaja escasos meses como profesor de francés en el Liceo de Señoritas de Belgrano y hundido en una oscura crisis emprende un viaje por todo el país, donde se gana la vida como músico ambulante. Tiene 21 años. Sus primeros poemas ya tienen forma y estilo. El próximo paraje es el Chaco Paraguayo: allí se emplea como peón en un aserradero. A su retorno en 1920 a Buenos Aires, es ferozmente golpeado tras un confuso episodio en la puerta de la comisaría 4ta. Fijman suplica desde el suelo diciendo: ¡Soy el Cristo Rojo... no me peguen, no me peguen!, pero es detenido y llevado a la cárcel de Villa Devoto. Luego de una serie de maltratos es trasladado al Hospicio de las Mercedes. Ingresa el 17 de enero de 1921 y permanece hasta el 26 de julio del mismo año. Dentro del hospicio es sometido a castigos corporales y descargas de electroshock.

A su salida del hospicio Fijman enfrenta una cruda realidad. Sin embargo su fuerza poética puede con el desánimo y logra publicar una serie de notas en el semanario Mundo Argentino y en la revista israelita, Vida Nuestra.

En 1923 un grupo de escritores jóvenes encabezado por Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal, promueven la revista Martín Fierro, de arte y crítica libre. Tres años más tarde, Fijman es invitado por Marechal a unirse a los martinfierristas. El 1 de septiembre de 1926, publica Molino Rojo. Su primer libro de poemas, aparece en un momento de gran inestabilidad social y política. El título es inmediatamente asociado a los movimientos anarquistas y socialistas. Por el contrario, Fijman buscaba dos palabras que unidas representaran "esos estados del alma" - como le gustaba decir -, donde habitaban los fantasmas, el espanto de su internación dentro del hospicio y la abominable postración de un hombre que hallaba en la demencia un instancia poética muy superior a la de cualquier mortal

Camina. Cada tanto lo detienen las verdades. Impresionado por los maestros clásicos de la pintura religiosa y por la vuelta a la filosofía escolástica (Aristóteles), agudiza su crisis con el mundo real. Es entonces cuando Natalio Botana, director del diario Crítica, convoca a los mayores exponentes del grupo Martín Fierro y junto a Enrique Pichón Riviere, dan forma a las columnas de arte y cultura.

Del otro lado del Atlántico, el surrealismo, surgido en 1924, está en su apogeo. París es el parnaso de la cultura. Poco antes de su viaje a Francia, Fijman relata: "Un presagio me inquieta: si el barco naufragara en el camino a Europa sufriría dos tragedias: el cambiarme las medias y lavarme la ropa". Desembarca en París junto a su amigo Antonio Vallejo y una noche conoce a varios de los precursores del nuevo movimiento. "Nos citamos para leer poemas, estaban Breton, Desnos, Eluard...". Pero su incipiente delirio místico lo distancia de los franceses. "Con Artaud nos conocimos en un café, en la Coupole. Estuvimos a punto de pelearnos. Yo me identificaba con Dios y Artaud con el diablo. Y el Conde de Lautréamont era un loco perverso. Se había entregado a los vicios y hacía con ellos poesía".

El largo viaje parece concluir y envuelto en una gran confusión teológica cruza nuevamente el océano. Vive en la indigencia. "Sus bolsillos abultados, llevaban un rosario, un catálogo que reproducía las vírgenes del Louvre, y algunas estampas de santos"- narra el escritor Juan Jacobo Bajarlía. En 1929, es bautizado y convertido al catolicismo. Ese mismo año publica su segundo libro Hecho de estampas, que es bien recibido.

Al comienzo del `30, realiza un nuevo viaje a Europa, en un frustrado intento para ordenarse como sacerdote y hacer una completa vida penitencial. A su regreso escribe diversas notas en la revista católica Número, en la que se destaca Ciudades más ciudades, relato en el que expresa su encantamiento por una sobrina de Oliverio Girondo: "Mañana iré a Bruselas con González Cháves. Ciudades más ciudades y ciudades muertas sobre la imagen de las personas dinámicas. Pero de cualquier manera tengo que huir, huir de Teresa, de mi amor por Teresa".

En el transcurso de 1931, edita su tercer y definitivo libro, Estrella de la Mañana. La Argentina es gobernada por la dictadura de José Felix Uriburu y la presencia militar en las calles es una constante. "El libro, corresponde a la época más oscura que he conocido en este país. La gente era perseguida de la manera prevista por el Apocalipsis".

Luego del cierre de Número, su situación económica se agrava. Vive en conventillos y por las noches toca el violín en tugurios para poder subsistir. Nadie sabe de él. Un día aparece fugazmente en el velatorio de su madre.

En la primavera de 1942, la Policía Federal allana el altillo en el que solía pasar sus días. El Acta policial sentencia: "afectado de alienación mental". De allí lo conducen a Villa Devoto y luego al Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda (Buenos Aires), donde permanecerá hasta el día de su muerte. Según los médicos padece de una "psicosis distímica". Vive en la más absoluta miseria y la mayoría de los amigos de su generación lo han abandonado. Dentro del hospicio es ultrajado. Al respecto, Fijman ironiza: "Me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo".

A pesar del estado de quietud mental al que lo someten, el poeta despliega toda su fastuosa inventiva en poemas sacros y dibujos en pastel. Dedica la mayor parte del día al estudio de los teólogos antiguos y a la lectura de otras disciplinas Escribe y pinta, para echar a patadas a todos esos animales que ríen en su cabeza y no lo dejan dormir.

En el año 1948, Leopoldo Marechal lo incluye junto al pintor Xul Solar y al escritor Macedonio Fernández en su mítico libro, Adán Buenosayres. Aquel extraño habitante de la noche parisina, que volvía de sus largas caminatas con una crónica inusual sobre algún aspecto de la ciudad, era ahora Samuel Tesler, un personaje crecido en la fealdad y la sabiduría.

La segunda mitad del siglo viene arropado en penas. Por las mañanas concurre a la Biblioteca Nacional, en donde pasa horas meditando y leyendo poesía antigua. No tiene amigos, ni refugios. Todos los que lo han olvidado saben perfectamente que está loco. Que vive apasionadamente su amor por la Virgen María y que por las noches conversa con ángeles y demonios.

En el año 1958 asiste a la Sociedad Argentina de Escritores, donde aparentemente cobra una pensión tramitada en la entidad. Sus días se parecen a todos los días. Sale del pabellón. Baja hasta el salón principal. Se sienta frente a unas largas mesas y comienza a escribir o a pintar durante horas. Aunque es incluido en las Enciclopedias y colecciones de literatura Argentina, es cruelmente ignorado, y ningún escritor de su generación sabe a ciencia cierta dónde está.

A partir de 1968, la vida del viejo poeta, quedará marcada por la presencia del escritor y abogado Vicente Zito Lema, a quien Fijman concederá los más lúcidos conceptos sobre el arte y la locura y en quien depositará uno de sus máximos temores. "Sé que dentro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte porque ya estoy muerto en Cristo sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los internos. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía, quiero estar hermoso digno. Además va a estar ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor, ni me rechazó".

Luego de una extensa lucha, Zito Lema es nombrado curador de Fijman, cargo que le permite llevarlo a vivir los fines de semana a su propia casa. En 1969, un grupo de personas, encabezadas por el joven tutor del poeta, edita el primer número de la revista Talismán (íntegramente dedicada a Fijman) y a mediados de año aparecen en la revista Extra, una serie de notas firmadas por el propio Fijman.

La dictadura de Onganía agoniza, la idea de una Argentina más próspera es sólo una ilusión y la violencia recrudece. Al año siguiente, Fijman es invitado al programa de televisión "La Ciudad Creadora", emitido por Canal 7. Lo acompaña, entre otros el actor Federico Luppi. En un momento dado sucede algo impensado. Fijman alza la vista, acaso como si hubiera visto la luna que tanto amaba, y dice: "Tengo que contar un secreto que llevo toda la vida conmigo". Las cámaras lo buscan, quieren el mejor plano. Hay expectativa, y como un golpe en pleno rostro, afirma: "todos los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda". El silencio recorre el estudio y la tensión se hace insoportable. El poeta acaba de propiciar la más fulminante declaración escuchada, por aquellos años, en un medio del Estado. Y lo sabe. Como también es consciente de que la muerte está a pasos de hacerle la última zancadilla "¿Se ocupará de mi cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No dejen que me destrocen. ¿Me lo promete?"- le suplica a su amigo Vicente Zito Lema.

"Poeta", Jacobo Fijman: así lo registran las necrológicas de los diarios del 1 de diciembre de 1970. Tenía 72 años, tres libros publicados, un cuaderno con dibujos y lo puesto. Nada más.




Leonardo Iglesias
www.critica.cl

jueves, 17 de abril de 2008

Bafici: La orilla que se abisma


Gracia secreta

Frente a la propuesta estética de películas como “La orilla que se abisma” (Gustavo Fontán- 2008) cabría preguntarse nuevamente qué es el arte. Cuál sería la diferencia, por ejemplo, entre ver un campo de girasoles y contemplarlos en un cuadro de Van Gogh. Evidentemente, algo se agrega: la pulsión de la pincelada, un amarillo fogoso, una vida que se duplica diferente, una manera de mirarla. Un plus que nos emociona porque precisamente es eso: un afecto que arrasa la mirada y la cualifica. Los girasoles desbordan, entonces.
Algo de eso sucede con esta película: nos deja a la orilla de la naturaleza. Y tan pequeños frente al abismo. Fecundo momento en el que todo se aquieta: los enigmas siempre nos detienen.

Gracia secreta de
esta mañana.
El cielo es un vapor
dulce.
Los árboles, la brisa, los pájaros,
sienten esta delicia suspendida.
Se sienten ellos dentro de esta sensitiva
dicha íntima y fresca.
Y apenas si se mueven, tiemblan, cantan,
como guardando el sueño perlado de la luz.*

Y entonces, el cine apela a sus recursos: los sonidos que se ensamblan, cierto montaje, el tiempo de una toma. La cámara es una hendija que nos invita a mirar, a escuchar. En un efecto multiplicador, todo canta y los sentidos se afinan. Texturas: de lo sólido a lo evanescente. Del tronco rugoso de un árbol a la niebla que lo esfuma. Del sonido del río a una pequeña variación de color en el cielo. Del temblor de los árboles frente a la tormenta al fugaz encuentro entre una gota de lluvia y su hoja. Una bruma envuelve al hombre y su barca, y lo deja expuesto definitivamente al paisaje...Maravillas de un guión antiguo, que debemos descubrir cada vez.
De la poesía al cine, lo inefable sigue su curso, resistente a toda traducción. Y en eso consiste la felicidad de los bordes: entrever apenas un misterio que nos excede.


Liliana Piñeiro.


* Juan L. Ortiz: "En el aura del sauce".

sábado, 29 de marzo de 2008

EL AZUL CIELO DE TUS OJOS

"Pudorosa" Obra de Mariana Volponi
expuesta en la muestra Combi


Melancólicas sonrisas iluminaban los ojos de aquella estatua con piel que sostenía la vida.
Quería regalarles el saber y la experiencia; contarles lo que significaba tener una familia. Cada uno ocupaba su lugar, eran pequeñas piezas de su mundo amar-molado, sin asperezas.
No eran juguetes sino los pupilos del alba, patitos que llevaba detrás.
Escondía sus ojos en gafas transparentes que causaban el efecto opuesto, los hacían llamativos, vívidos y penetrantes, humanos, y queribles.
Se la veía descansando, siempre todo estaba hecho.
Se la veía frente al mate y la pava una y otra vez, era su ritual, su mito.
Era redonda, porque era perfecta, tan así como la mesita azul circular que sacábamos al patio para jugar a las cartas.
Cajas transparentes de acrílico que encerraban cartas gastadas con olor a viejo pero con contenidas sensaciones de sus manos de alpaca.
El círculo del aura de sus hombros delineaba la rosada robustez que marcaba la pudorosa huella de los días sobre cielos entrelazados de parra y sombra.
Escalones de asombro nosotros tres escalábamos cuando contaba el pozo de la canasta.
Su vida era inmensa y contagiosa.
Un perfecto te con limón en las tardes de invierno y una exquisita sopa al llegar la noche. Adorablemente amable y risueña escondida en aspecto dictador y alemanote de inmensidad mezclada con elegancia.
Usaba chal, tenía juanetes y un lugar exclusivo de “terapia” para sus helechos. Era rosada y coqueta, con uñas siempre pintadas. En verano frutas y jazmines recién cortados.
La medida, la palabra justa y equilibrada en el momento perfecto.
Pero un día enfermó.

Derrumbándonos todos como piezas de dominó bien acomodadas, comenzamos a caer en cámara lenta… junto con ella.
Su tres de corazones era para sus nietos. Sus colores para sus hijas y sus ojos profundos e infinitos para sus hijos muertos.
Comenzó teniendo imágenes confusas, sobre personas y perros que venían a buscarla, era negro. Vio a todos sus hermanos que no estaban, invitándola a una cena sospechosa y poco común. Ya tenía dificultad para respirar.
Luego, unos tosidos extraños imitando Lobos Marinos en agonía.
Así como la falta de aire se apoderaba de ella extendió sus manos, flacas e insomnes, llenas de poca vida y sostuvo con gran delicadeza a sus dos hijas.
Luego de algún minuto interminable poco a poco decidió que ya no quería ver y cerró por última vez sus párpados, bajó esas preciosas persianas y nos privó de ver por última vez sus hermosos ojos infinitos. Dolía. Pero hizo bien, porque ya no tenían vida.
Luego todo fue llanto y desolación, jazmines sin perfumes, rosas deshojadas, marchitas, sin razón. Ya no estaba su eterna investidura de mármol, no ya las tardes de magias y cartas.
Ya no los té perfectos, no más los pozos de canasta, no la sopa caliente ni los estofados de domingo. Ya no dolían los juanetes, ya no respiraba (con dificultad). No respiraba.
Ya no existía terapia para sus helechos, ahora todos debían morir.
Ya no estabas aquí.

Nuestro consuelo quizás fue pura ilusión, pensamos que tuviste la muerte que deseaste, que como nos enseñaste, todos tienen lo que merecen.
A ti te tocaba lo más hermoso en la vida de una madre. Viste el rostro de tus dos hijas al cerrar los ojos a ésta vida y viste el rostro de tus dos hijos varones al entrar en la eterna siesta del alma, en campos del Señor, donde pertenecía el azul cielo de tus ojos.


Vanesa Aldunate

A Carmen Haberkorn

viernes, 14 de marzo de 2008

CYTEEN: EL PRECIO DE LA ETERNIDAD



Alcanzar la vida eterna. O por lo menos, la juventud eterna. Desde lo profundo de la Historia es el deseo primero y último, el que empuja a los hombres a la hazaña. Gilgamesh fue en busca de los mismos dioses para robarles el secreto de la inmortalidad. Fausto vendió su alma a cambio de juventud. Más de tres mil años separan al gran poeta anónimo del gran Goethe, pero el conflicto es el mismo: perdurar, a cualquier costo.. Por supuesto, la inmortalidad ya estaba más o menos prevista. "Creced y multiplicaos", "el llamado de la especie" y demás que nos hacen transmitir nuestra carga genética de generación en generación. Pero al humano no le basta con asegurar la continuidad de la especie: pretende la continuidad del individuo. Se anhela la eternidad de la carne. La materia ante todo.
Tan atractivo resulta ese estilo de inmortalidad que empujó a la ciencia a arrasar con sus propias fronteras. Así, lo que en una época fue literatura de ciencia-ficción, Crick y Watson demostraron que era nada más que química; Wilmut y Campbell dieron un paso más adelante y consiguieron replicar exactamente a Dolly desde el primer hasta el último nucleótido mediante lo que conocemos como clonación (del griego "klon": retoño). ¿Un pie en el umbral de la eternidad? Casi. Dejando de lado los molestos pruritos éticos y morales, podríamos arriesgarnos a decir que la eternización de los seres humanos está al alcance de la mano. Por lo menos, en su constitución genética o genotipo y su aspecto exterior o fenotipo. Conociendo a la especie, podemos asegurar que vamos por el buen (?) camino: hemos logrado fotocopiarnos.
Sólo que el fascsímil no basta. Es nada más que una "réplica parental", según la definición de C.J.Cherryh. Y no alcanza. Para que el ser perdure, debe perdurar también la mente. ¿Se puede clonar la mente? Se puede intentar. El programa no es sencillo ni económico. Deben reproducirse con precisión todos y cada uno de los instantes de la vida del "original", hasta los detalles nimios de un resfrío, una menarca temprana y una madre castradora o permisiva. Forzar su ocurrencia, si es necesario, para que la "réplica" se convierta en un nuevo "original", con toda la carga completa de experiencias que lo convierten en su antecesor. No tu padre o madre; ni siquiera un gemelo. Se trata de convertirte en la misma persona, con idénticas ideas, sentimientos, vicios y virtudes. Literalmente, renacer. Hemos atrapado a la eternidad.
Pero, ¿a qué precio? ¿Dónde queda el libre albedrío, si nos vemos obligados a revivir una y otra vez la vida del "original"? ¿Cuándo comienza la vida del nuevo ser, si debe repetir sin lugar a error la de otro a quien sucede? ¿Cómo escapar a esa planificación absoluta? El razonamiento del planificador es impecable y no habría modo de escapar, salvo por un pequeñísimo error. El error de Kant.
Sí, es cierto que nuestra percepción del mundo nos dice cómo es el mundo y que ella es la que genera el tiempo y la condición. No sabemos si somos la mariposa que soñó ser un hombre o el hombre que soñó que era mariposa, porque nuestros sentidos podrían estar engañándonos eternamente y nosotros no comprenderlo jamás. Pero hay algo respecto de lo cual es imposible engañarnos: nosotros mismos. Tenemos la experiencia directa, que no depende de nuestra percepción del exterior. Esa percepción sin intermediarios en la que en definitiva, dicta cómo somos, qué hacemos y cómo reaccionamos ante los estímulos que provienen de esa realidad individual que nos da nuestra percepción consciente. Se le escapó a Kant, lo pensó Schopenhauer, lo confirmó Freud.
Ese es el defecto que hará que la "réplica" sea, finalmente, distinta al "original". Que no respete sus deseos; que tenga nuevas ideas, diferentes, opuestas. Que, incluso, posea una moral y una comprensión de los hechos completamente diversas a las de su antecesor.
Esa es la lección de "Cyteen": la eternidad no tiene sentido para los humanos. No lo tiene porque de otro modo no habría evolución. Evolucionamos porque somos imperfectos y mortales. Intentamos mejorarnos con cada paso que da la especie, natural o artificial, pero siempre queremos más, nada más que porque no somos perfectos. La perfección es estasis; la inmortalidad y la eterna juventud son perfección. La perfección no crea, no avanza, no se reproduce. No necesita de clones. La evolución seguirá valiéndose de herramientas que ahora quizás nos parezcan inmorales o antiéticas, pero no se cortará los pies a sí misma.
¿Demasiada filosofía para un libro de ciencia-ficción? Es que la ciencia-ficción es hija dilecta de la filosofía, porque nadie es tan osado u osada como para responder a la pregunta por las causas primeras con el futuro, en lugar del pasado.
Cherryh propone en “Cyteen” un futuro humano probable y sin embargo, totalmente ajeno al de la madre Tierra. Un futuro en la que en el planeta natal queda poco espacio y ya hay generaciones que nacieron en el espacio exterior, muy lejos del sistema original, y con las mismas necesidades básicas que en la Tierra: crecer y multiplicarse para prosperar. La población natural y sus formas habituales de reproducción no son suficientes para poblar mundos hostiles, y se recurre a los úteros mecánicos y a la clonación de humanos y “azis”. Los azis también son tan de carne y hueso, y tan clones y objeto de manipulación genética como los humanos, pero la diferencia fundamental con éstos es su educación: reciben información a partir de programas específicos desde el mismo momento de su nacimiento. Semejante formación — que genera desde sirvientes de escasas luces y emociones estables hasta genios al borde de la locura, pasando por ejércitos soberbiamente preparados para exterminar y sobrevivir — no exime a los azis se ser “propiedad privada” de sus amos humanos. Son el equivalente futurístico de los siervos de la gleba, con amos que, si lo desean, gozan inclusive del derecho de pernada.
En tanto, los humanos continúan creciendo en un ambiente que los llena de estímulos al azar, lleno de situaciones inesperadas de prueba-y-error. Eso es lo que les otorga esa inasible diferencia cualitativa, lo que les da el don supremo de la toma de decisión en lo que transcurre un latido de corazón. El humano se autoconcede el ejercicio de la duda, ejercicio que puede destruir sin remedio la mente de un azi, que no está programado para dudar.
Esa misma duda que humanizó a Descartes, es la que finalmente desequilibra la balanza. Eternizarnos a través de nuestra mente transferida a una carne renovada no es la solución. Parece tentador pero la lección puede ser terrible porque, ¿quién quiere repetir eternamente sus errores?
Mónica Sacco











miércoles, 9 de enero de 2008

HERMANAS DE LA FURIA


Ah, Dionisios! Has abierto en mi pecho un espacio, y soplan vientos divinos...!

Bendíceme. Dame carne rosada para mi paladar, anuda tu cabello al cuello de mis hijos.
En la noche crece la luna y mi cuerpo es la única guía. Echo espuma por la boca mientras expulso mi corazón.

Empújame. No dejes mi pie sin el arco de tu salto. El cielo ha cambiado de lugar y es irresistible este abismo vertiginoso.

Canto y bailo la danza de Sémele. Atrás ha quedado la inocencia virginal, la serena mirada de madre. Mi desnudez es sinuosa como una serpiente y mi cría es de lobo: a dentelladas ocupará su lugar en el mundo.

De la tierra brotada, la vid y sus racimos son ofrenda. La sed urgente embriaga del vino primero.

Hermoso dios: dame tu máscara y tu cuchillo, la matanza será sagrada. Tendrás mi sangre en tu copa, mi fruto en tu bandeja.

Dones de tu cortejo: jubilosa, yo soy una, y soy todas.




A la mañana siguiente


La fresca brisa me despierta mientras la luz va dibujando lentamente formas y colores en el velo oscuro de la noche. Mis hermanas duermen y el monte está silencioso. Es la hora de la quietud, como si algo hubiese sucedido.

Aún paladeo el sabor del vino en mi lengua. Con los ojos entrecerrados busco la cabeza de mi hijo, tendido a mi costado. Pero algo empapa mis dedos, que no avanzan más allá del cuello...

Estremecida, cubro mi boca con el silencio del espanto...¡Sácame, Dionisios, de esta pesadilla...!
Mi niño, mi tierno amor, el tajo ha sido certero. ¿Pero quién...?
Obsceno, el cuchillo asesino ha quedado a su lado, como si de un guardián se tratase. ¡No juegues, Hades, con mi corazón...devuélvemelo! No arranques mis brazos (ya no abrazaré...), mis piernas (no caminaré...). Sólo tengo mis ojos, faros inútiles en tu tiniebla.

Desde el fondo de mi memoria avanza una mano. ¿La mía...? Brilla sudorosa, mientras mi cuerpo se contornea al son de una música desconocida. La pelea es inminente. El león, pronto a atacar, dibuja su zarpazo en el aire.
Alguien arroja el puñal y mi mano lo toma por el mango. El peligro apura la destreza y acierto al cuello. El rugido es final y la bestia cae a mi lado. Salvada, me arrodillo ante ti, mi dios, y bebo la sangre del sacrificio...
La escena se desvanece en ese punto, como si fuera suficiente tanto recuerdo para mi tragedia.


Vano es mi llanto, vano el cubrir de besos el rostro tan amado. El sol duele en el cielo: alumbrar el horror es una misión cruel.
Mis hermanas han huido despavoridas y hemos quedado solos.

Hijo de ojos vacíos: perdóname.

Y tú, mi dios, que te agitas en mi interior con el viento de la locura, derrama tu piedad sobre mi cabeza, bendíceme con tu rayo, disuélveme en la eternidad.


Liliana Piñeiro