miércoles, 17 de diciembre de 2008

FRAGMENTOS FANTÁSTICOS




LOS PATIOS DEL TIGRE

El tigre, aquel espejo del odio y el espanto.Von Jöcker, Siglo XVIII

Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios de mi infancia.A la claridad del canario se sumó el gritito entrecortado del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes. Algún mono hubo, pero fue efímero. Agregaba mi abuelo a la magia reinante sus oros de Gran Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros. Un tío viajó y en una gran jaula trajo un tigre. Lo aseguraron a una cadena y esperaron que lo viera. Su garganta me llamó; aparecí. El espanto y la maravilla me helaron.Desde ese día los patios dejaron de ser tales. Fueron selvas de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.Era feliz. Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me acostumbré ávidamente a lo extraño.Cuando alguien ordenó su encierro en el Zoológico, lloré. Entonces comenzaron mis fugaces visitas; temblaba cerca de su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su memoria de fiera el recuerdo. El día en que me fui a despedir de él para siempre me olió, detuvo su andar en círculos. Una sombra humana le cruzó la mirada. Intenté tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso. Pensé un adiós, suavemente me marché. Más tarde supe de su muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras carnes. He crecido. Guardo de mi infancia sus huesos en mi alma, los libros en mi sangre. Pero cuando llegue el fin y me miren los ojos que aún no he visto, pienso que será el tigre incierto de la locura el que me lleve tanteando a la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio que en su boca me ahogará clamando.O tal vez mi viejo tigre, rayado por la piedad, quiera devorarme como a un niño.

Miguel Angel Bustos

Fragmentos Fantásticos (1965)

EL TIGRE



EL TIGRE

¡Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué abismos o cielos lejanos
Ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Y qué mano osó ese fuego sujetar? ¿Y que hombro y qué arte
Torció las fibras de tu pecho?
Y al comenzar tu corazón a latir,
¿Qué mano terrible o pie terrible?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En cuál horno tu cerebro?
¿Qué yunque? ¿Qué puño terrible
osó ceñir su terror letal? Cuando los astros arrojaron sus lanzas
Y humedecieron sus lágrimas el cielo,
¿Sonrió al contemplar su obra?
¿Aquel que creó al Cordero, te creó a ti?

Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?
William Blake
Cantares de Experiencia (1794)

EL OTRO TIGRE


El otro tigre
And the craft that createth a semblance
MORRIS: Sigurd the Volsung, 1876

Pienso en un tigre. La penumbra exalta
la vasta Biblioteca laboriosa
y parece alejar los anaqueles;
fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
él irá por su selva y su mañana
y marcará su rastro en la limosa
margen de un río cuyo nombre ignora.
(En su mundo no hay nombres ni pasado
ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
y husmeará en el trenzado laberinto
de los olores el olor del alba
y el olor deleitable del venado.;
entre las rayas del bambú descifro
sus rayas y presiento la osatura
bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
mares y los desiertos del planeta;
desde esta casa de un remoto puerto
de América del Sur, te sigo y sueño,
oh tigre de las márgenes del Ganges.
Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
que el tigre vocativo de mi verso
es un tigre de símbolos y sombras,
una serie de tropos literarios
y de memorias de la enciclopedia
y no el tigre fatal, la aciaga joya
que, bajo el sol o la diversa luna,
va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
el verdadero, el de caliente sangre,
el que diezma la tribu de los búfalos
y hoy, 3 de agosto del 59,
alarga en la pradera una pausada
sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
y de conjeturar su circunstancia
lo hace ficción del arte y no criatura
viviente de las que andan por la tierra.
Un tercer tigre buscaremos. Éste
será como los otros una forma
de mi sueño, un sistema de palabras
humanas y no el tigre vertebrado
que, más allá de las mitologías,
pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
me impone esta aventura indefinida,
insensata y antigua, y persevero
en buscar por el tiempo de la tarde
el otro tigre, el que no está en el verso.
Jorge Luis Borges
El hacedor (1960)